domingo, 8 de enero de 2017

La Milicia Angélica, ¿Inversión de prioridades?

Estaba entre mis proyectos bloguísticos del verano escribir una serie de posts acerca de la Cofradía de la Milicia Angélica. Gracias a los frailes de las provincias dominicas de Estados Unidos, se encuentra abundante información en inglés acerca de ella, cosa que no sucede en español. Lo más que he podido encontrar han sido unos pocos escaneos de folletos promocionales y una homilía antiquísimos, y eso luego de mucho buscar. Y esto a pesar de que me consta que, por lo menos en España, durante la primera mitad del siglo XX la Cofradía estaba bien viva, puesto que un fraile español bastante mayor que vive en uno de los conventos de Montevideo fue enrolado en ella en su juventud.

Este proyecto, como suele suceder con muchos de los míos, estaba siendo desangrado lentamente por la procrastinación, hasta que un intercambio que tuve el otro día con un buen amigo me ha llevado a escribir este post (¿Creían que mis seguidores tuiteros son las únicas víctimas de mi Milicioangelicomanía? Lamento decepcionarlos. Ya que estamos, pueden seguir al promotor de la Provincia de san José en Twitter e Instagram: @AWCeast y @AWCeast), lo que significa que, más que empezar por el comienzo, lo haré por algún lugar en el medio de lo que sería el orden natural de explicar las cosas. Y esto también es típico en mis proyectos, así que todo está en orden. El mundo sigue girando y la Cruz sigue firme.

Definitivamente los cartujos saben cómo se hace esto de los lemas

El hecho es que este buen amigo me planteó una seria objeción, que podríamos resumir de la siguiente manera: ¿Tiene sentido una institución consagrada a la promoción de la castidad? Los mandamientos que se tienen que ver con la pureza sexual ocupan el sexto y noveno lugar en el Decálogo. ¿No se resuelven acaso las dificultades en ésta área simplemente con mucho amor a Dios, vida de oración, estudio/trabajo y preocupación por los demás?

Tengo que reconocer que, en esta clase de conversaciones, suelo esperar otras objeciones: “¿Esto de las cofradías no es una cosa anticuada?” “¿No te parece que el concepto de milicia, con las connotaciones de guerra que trae, no es muy acorde con el espíritu cristiano?” “¿No te parece que eso del cíngulo es medio fetichista/supersticioso?” “¿Eso del cíngulo no es un cilicio? ¿Esa clase de mortificaciones no te parecen malas para la salud?” (Déjenme contestar esta última aquí: un cíngulo no es un cilicio. Es un simple sacramental. Si alguno decide fajarse con el cíngulo, es asunto suyo, no práctica de la Cofradía. Las otras objeciones se irán disolviendo en lo que explique en otros posts, o, si les interesa, les dedicaré alguno en especial a responderlas). Pero esta no me la esperaba.

Pensando acerca de las objeciones...

Luego de haber pensado bastante en la objeción de mi amigo, creo que apunta principalmente a dos temas de trasfondo. Uno, el real grado de importancia de los pecados sexuales en el mundo de hoy, y dos, el ordenamiento de los fines en la vida espiritual.

Del primero poco puedo decir. Se discute mucho acerca de si se puede desarrollar una adicción a la masturbación o la pornografía semejante a la que se da con las drogas o el alcohol. Lo que es innegable es que vivimos en una sociedad erotizada. La gente se inicia sexualmente a edades cada vez más tempranas, el cambio constante de pareja - o poligamia seriada, como la llaman algunos sociólogos - la superabundancia de material pornográfico en las redes, y la casi omnipresencia de la actividad sexual en los productos culturales como el cine y la música (Hay cumbias que son directamente pornofonía, seamos sinceros) y en la publicidad (Alguien que me explique para qué necesito mostrar varios modelos semidesnudos para vender… zapatos (!)), son algunos de los hechos que se pueden señalar para probarlo.

Respecto al segundo tema, creo que puedo dar una respuesta más redonda. Ciertamente la Cofradía se propone como fin la promoción de la castidad entre sus miembros y en el mundo, pero este fin es fin y medio. No se trata de una “espiritualidad de la castidad”, por la que el cofrade orienta toda su vida natural y espiritual a la consecución de la pureza sexual. No se trata de una asociación de pseudocátaros traumados con el sexo, que tiemblan y sudan sangre ante la sola idea de conversar con alguien del sexo opuesto. Una asociación semejante sería una aberración patológica y estaría muy alejada de una concepción católica de la castidad. La práctica de la castidad, como la de cualquier otra virtud, es un medio, una herramienta, para crecer en el amor a Dios y a los demás.

Los católicos rezan el Rosario, no es que los Rosarianos se enquisten en la Iglesia

Pongamos otro ejemplo. Los miembros de la Cofradía del Rosario no tienen una espiritualidad rosariocéntrica. Su vida espiritual no consiste pura y exclusivamente en alcanzar el perfecto rezo del Rosario, y rezar el Rosario no es la única práctica espiritual del cofrade. Creo que a nadie se le ocurriría afirmar algo así. Una persona se une a la Cofradía del Rosario con el propósito de, a través del rezo de esta oración y de las oraciones del resto de los cofrades, acercarse más a Dios por medio de María. Del mismo modo, el miembro de la Cofradía de la Milicia Angélica vive las prácticas de la Cofradía, además de todo lo que señalaba mi amigo en su objeción. Se trata, de acuerdo al principio evangélico, de hacer esto sin descuidar aquello (Cfr. Mt 23, 23)

En resumen: ¿Cómo se resuelve, cortito, la objeción de mi amigo? Efectivamente, si una institución tuviera como fin último la castidad, no tendría sentido. Pero no es el caso de la Milicia Angélica. Los miembros de la cofradía son Católicos que además son cofrades. El fin último de la Cofradía es el crecimiento en el amor a Dios y los hermanos de sus miembros y de quienes entran en contacto con ellos; las prácticas de la Cofradía se orientan a la castidad como uno de los medios, entre otros, de lograr este fin. Si bien la castidad es una virtud secundaria (es parte de la templanza, que es una de las virtudes cardinales, y se encuadra en el recto amor de sí mismo y del prójimo), es, a fin de cuentas una virtud, y por tanto, ha de existir junto con las otras. Visto y considerando que el mundo en que vivimos no facilita el vivirla, un poco de ayuda extra no viene mal.

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