viernes, 13 de enero de 2017

Fray Monco: vocación, discernimiento, fe y misericordia


Lo que sigue es traducción mía de una homilía predicada por fray Nicholas Monco, OP, el 27 de octubre de 2012, en el Convento de Santo Domingo en St. Louis, Missouri, Estados Unidos. La misma no ha sido revisada por el autor. Al final del post pueden encontrar el video original en inglés. Los pasajes de la Escritura han sido tomados de la traducción de Nácar y Colunga, del año 1944.

“Pues así dice Yahvé: Regocijaos y dad parabienes a Jacob, gritad loores a la primera de las naciones; cantadla, alabadla y decid: Yahvé ha salvado a su pueblo, a los restos de Israel. Yo os voy a hacer volver de la tierra del aquilón, y os reuniré de los extremos de la tierra, a todos juntamente, el ciego y el cojo, la embarazada y la recién parida. ¡Qué gran muchedumbre la que vuelve! Mira: Salieron entre llantos, yo los hago volver consolados; yo los guío a las corrientes de aguas por caminos llanos, para que no tropiecen, pues yo soy el padre de Israel, Efraím es mi primogénito” Jeremías 31, 7-9

Creo que hay dos temas clave de esta lectura que tienen que ver con el discernimiento: fe y misericordia. Primero, fe. ¿Por qué "fe"? Esta lectura se nos presenta como una proclama gozosa; Dios está dando una buena nueva aquí. Pero lo llamativo es el contexto. Dios le está diciendo a su pueblo lo que va a hacer, en el momento en que están en su punto más bajo: el templo ha sido destruido, el pueblo está en el exilio en una tierra extranjera, todo aquello que conocían no existe más; y lo que hace Jeremías es proclamar este mensaje de esperanza en medio del desastre. ¿Qué es lo que dice el Señor? "Regocijaos y dad parabienes a Jacob, gritad loores a la primera de las naciones; cantadla, alabadla". La única manera en que esto es posible es con la fe. En otro lugar el mismo Jeremías dice de parte del Señor "Yo conozco mis designios para con vosotros, palabra de Yahvé, designios de paz y no de aflicción, de daros término y esperanza". Y esto es lo que vemos en la lectura de hoy. Pero esto solo es posible para aquellos que están llenos de fe, porque, llegado este punto, no había ninguna posibilidad terrena de que Israel pudiera volver a su tierra, de que el templo pudiera ser reconstruido, de que pudieran volver a ver la gloria que alguna vez tuvieron.

Y esto es importante para el discernimiento vocacional también: tienes que tener fe, tienes que creer que Dios A) Tiene un plan para ti y B) está de tu lado. Y creer que ese plan va a traerte alegría. Y esta es de algún modo la paradoja de la vida cristiana; porque a lo largo del camino parece que Dios te pide que cargues tus cruces, que lidies con problemas de familia, o que tengas que abandonar el sueño de un posible matrimonio, si es eso a lo que estás llamado. Y todas estas cosas son difíciles. Pero, si es hacia ahí que Dios lleva tu corazón, ten la paz de que Dios hará brillar su gloria en tí a su debido tiempo. No lo verás enseguida, pero vendrá. Y con esto no me refiero a, digamos, ese gran más allá donde verás la gran luz blanca y todas tus preguntas van a encontrar respuesta, y todo estará bien y más que bien. Incluso en esta vida llegarás a verlo, si eres fiel.

Hoy les he contado a los que han venido al "ven y verás" acerca de mi propia historia vocacional, las dificultades que encontré: la dificultad de perseverar en responder a la llamada que entendía que había recibido, todo esto en medio de una gran oposición familiar, oposición de mis padres, y la gran pena que todo esto me causó. Pero, cuando al fin te entregas, llegas a ver lo que Dios tiene preparado para ti. Comparto brevemente dos experiencias. Una, este verano, al hacer la profesión perpetua. Luego de haber estado discerniendo una llamada durante cuatro años, y luego de seis más de vida dominica, poder finalmente poner mis manos entre las del provincial, el padre Charlie, y profesar obediencia hasta la muerte, fue muy emocionante. Pero no tan emocionante como recibir la Comunión después de eso. Fui, recibí la Comunión de sus manos y volví a mi banco y me deshice en llanto. ¿Por qué? Porque al fin después de tanto tiempo, al fin había podido darme, devolverme todo entero, en profesión solemne, a Dios, hasta la muerte. Eso que Jesús me había dado en la Eucaristía, podía ahora "pagárselo", aunque sea pobremente, con el don de mí mismo. Y entonces, ser aceptado, ser amado... Ahora veo que Dios permitió todas aquellas dificultades, en función de esto: que al fin pudiera tener el gozo de dar.

Pero el entender esto, que nace de la fe, comenzó mucho antes. De hecho, fue en un "Ven y Verás", el primero y el único al que fui antes de pedir la admisión. Fui a la catedral, como muchos de ustedes hicieron hoy (yo les aconsejo muchísimo que vayan para que puedan hacerse una idea del escenario de esta historia); a la derecha del altar mayor de la catedral, hay una linda capilla, una capilla eucarística. Recuerdo que estaba fuera de mí de contento, había mirado todo alrededor, había rezado maravillosamente - después de cuatro años de discernimiento estaba tan agradecido de haber encontrado un lugar en el cual me sentía como en casa, en el que la vida dominicana estaba siendo vivida verdaderamente, en donde sentía que estaba donde debía estar - Estaba muy agradecido, muy feliz, contentísimo, lleno de paz. Entonces, cuando todos se habían ido y yo me arrodillé para hacer una pequeña oración de acción de gracias - puesto que estaba tan agradecido, pensé, es lo que corresponde hacer, ¡Como dice Jeremías! "proclama tus alabanzas" - en un instante, toda la alegría me abandonó, desapareció. Y vi como en un flash todo mi recorrido vocacional, y vi, no todos los pasos que había dado, no todo lo que había rezado, sino todos los obstáculos que había puesto, las mentiras que me había dicho a mí mismo, todo el tiempo que había desperdiciando dejando para más adelante el pensar en el asunto, todas las dificultades y todas las barreras que le había puesto a Dios en el camino, todas las veces que había "pactado". Y me sentí abrumado por todo esto, por ese reguero de infidelidad y porque a pesar de eso, Dios me había traído finalmente hasta este lugar. Y sentí claramente una voz interior que me decía: "Mira qué paciente he sido contigo". Y esto era sobrecogedor: no de miedo, sino de amor, saber que Dios pudiera amarme tanto como para ser tan paciente. Pero, de nuevo, es un camino de fe, y este entendimiento vino solamente después de la entrega, después de que por fin dije "Sí, Dios, encontré mi hogar". Solamente entonces alcancé a entender esto.

La segunda palabra o tema que nos trae la lectura de Jeremías del día de hoy es misericordia. Y esta es una palabra que habitualmente no asociamos con el discernimiento vocacional. Solemos asociar "alegría", "dar fruto", "entregar la vida", "recibir un llamado", pero no "misericordia". Lo que me ha llamado la atención en esa dirección en este pasaje de Jeremías es que Dios dice: "Yo os voy a hacer volver de la tierra del aquilón, y os reuniré de los extremos de la tierra, a todos juntamente, el ciego y el cojo, la embarazada y la recién parida. ¡Qué gran muchedumbre la que vuelve!". Imagínense esa masa de gente cruzando de nuevo hacia Israel de la misma manera que salieron antiguamente de Egipto. Y dice "En medio de ellos", en el medio, los ciegos, los cojos, las embarazadas, las que tienen niños pequeños... el tipo de personas que en aquella época estaban a merced de otros. Las mujeres, especialmente las embarazadas, eran muy vulnerables, y aún más los ciegos y los cojos, incapacitados para ganarse el pan; y sin embargo son esos mismos los que son traídos en medio de esa comunidad. Y esto significa que la comunidad misma es la que tiene que compadecerse de ellos y proveerles sustento.

Entonces, cuando piensen acerca del discernimiento vocacional, es bueno que piensen acerca de lo que los hace felices, lo que les da alegría, lo que les trae paz, pero también quiero que piensen ¿Dónde quiero hacer misericordia? ¿Dónde quiero que se me haga misericordia? Esto, a nivel práctico, significa: ¿Dónde estoy dispuesto a que me molesten? ¿Dónde estoy dispuesto a que me frustren? ¿Dónde estoy dispuesto a enfrentar dificultades por mucho tiempo? ¿Dónde estoy dispuesto a aceptar desafíos? Porque cuando estés en tu peor momento, vas a necesitar misericordia. Y cuando otros estén tocando fondo, vas a tener que darla. Y tienes que decidir en qué comunidad va a ser esto. ¿Será en el claustro? ¿Será entre frailes? ¿Será en santo Matrimonio con otra persona? Tienes que elegir, en cierto sentido, una comunidad para esto. ¿Vas a ser sacerdote del clero secular? Esa será tu comunidad.

Donde quiera que vayas, vas a necesitar misericordia. Y esto es algo que se nos recuerda a los dominicos cuando profesamos. El provincial nos pregunta: "¿Qué pedís?" y la respuesta es "La misericordia de Dios y la vuestra". ¿Dónde es que quiero luchar para crecer en el amor a Dios? Y en esa misericordia, en darla y en recibirla, es donde vamos a encontrar la santidad y la alegría. Pero no debemos engañarnos a nosotros mismos pensando que si encontramos el lugar correcto todo va a ser rosas, porque no es así. Va a ser difícil. Pero debemos confiar en las palabras de Jeremías: "Yo conozco mis designios para con vosotros, palabra de Yahvé, designios de paz y no de aflicción, de daros término y esperanza". Y recemos como rezaba el cardenal John Henry Newman: "Guíame, luz amable".

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