jueves, 9 de febrero de 2017

B. Jordán de Sajonia - Novena por las vocaciones OP - Día 6

El beato Jordán y las reliquias de santo Domingo



El beato Jordán criticó fuertemente a sus hermanos dominicos por no haber divulgado la santidad de santo Domingo. Tal reticencia no era modestia, sino negligencia. Pero así estaban las cosas, de modo que después de una década de la muerte de santo Domingo, ningún progreso se había hecho aún en ese sentido. Si santo Domingo debía ser canonizado, como deseaba ardientemente el beato Jordán, su cuerpo debía ser exhumado. En la mentalidad católica, y especialmente en la del católico medieval,  el cuerpo del santo es un gran testimonio de su santidad. Los frailes tenían miedo de lo que pudiera suceder. ¿Qué sucedería si su cuerpo estuviese corrompido y en mal estado? ¿Despreciaría la gente la santidad del fundador? Uno de los primeros frailes, Guillermo de Monferato, recuerda que: “Los hermanos, incluido el provincial, no querían que hubiese seglares presentes, porque tenían miedo de que el cuerpo oliese mal, puesto que había entrado agua en ese sepulcro”.

Todos se reunieron para la solemne traslación de las reliquias de santo Domingo. Un testigo ocular narra el papel que desempeñó entonces el maestro Jordán, y el signo maravilloso que dio Dios en dicha traslación:

“El testigo dijo también que él estuvo presente cuando el cuerpo del bienaventurado Domingo fue llevado de la tumba bajo el suelo a la tumba de mármol, y declara que la tapa de piedra y el cemento que la cubrían fue quebrado con picos y otros instrumentos, que la tumba fue abierta, encontrándose allí una piedra durísima; dentro de ésta se encontró un ataúd de madera, del que salía una fragancia maravillosa. El maestro de la Orden tomó los huesos y los colocó en un ataúd nuevo, en la presencia de numerosos frailes, del arzobispo de Ravena y de muchos otros obispos… La fragancia permaneció durante muchos días en las manos de aquellos que había tocado las reliquias.”

Muchos testigos del proceso de canonización testificaron acerca de esta fragancia milagrosa. Fray Guillermo notó “un olor agradable, dulce, que salía de allí y que nadie lograba decidirse a qué olía”. Podemos agradecer al beato Jordán por no haber escondido la santidad de santo Domingo bajo un cesto, y haberle permitido brillar intensamente, para gloria de Dios y para toda la humanidad. Por intercesión del beato Jordán, pedimos a Dios que haga surgir muchos hombres que sigan a santo Domingo en la Orden de Predicadores.

Oración:


Bienaventurado Jordán de Sajonia, digno sucesor de santo Domingo, en los primeros tiempos de la Orden, tu celo y tu ejemplo movieron a muchos hombres y mujeres a seguir a Cristo en el blanco hábito de nuestro santo padre. Como patrono de las vocaciones dominicas, continúa estimulando a hombres y mujeres de talento y devoción a consagrar sus vidas a Dios. Por tu intercesión, conduce a la Orden de Predicadores personas generosas y sacrificadas, dispuestas a entregarse fervorosamente al apostolado de la Verdad. Ayúdales a prepararse para ser dignos de la gracia de la vocación dominica. Inspira en sus corazones el deseo de conocer a Dios, para que con firme determinación aspiren a ser “campeones de las Fe y verdaderas lumbreras del mundo.” Amén.

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