domingo, 5 de febrero de 2017

B. Jordán de Sajonia - Novena por las vocaciones OP - Día 2

El beato Jordán y la alegría de la pobreza



Cuando la Orden de Predicadores se estableció, era una orden estrictamente mendicante: los frailes solo podían satisfacer sus necesidades básicas mendigando. El beato Jordán confiaba en que la Divina Providencia se encargaría de proveer a las necesidades de los hermanos. Una anécdota de los primeros tiempos ilustra fielmente esto:

“Viajando el padre Jordán con unos cuantos hermanos al capítulo general de París, envió un día a los hermanos a mendigar pan para el almuerzo, ordenándoles reunirse nuevamente en una fuente cercana al lugar. Y en consiguiendo ellos apenas un mendrugo de pan duro que difícilmente alcanzara para alimentar a cuatro, el santo estalló en júbilo y alabanzas, y de palabra y ejemplo exhortó a los hermanos a hacer lo mismo. Una mujer que pasaba por allí, viendo esto, quedó impactada y dijo: “¿Cómo, siendo religiosos, es que estáis festejando tan ruidosamente a hora tan temprana?” Cuando supo que se alegraban en el Señor porque les faltaba el pan y eran pobres, corrió hasta su casa y les trajo abundante pan, vino y queso, y se encomendó a sus oraciones.”

Quizá el beato Jordán recordara las palabras de Santiago: “Tened, hermanos míos, por sumo gozo veros rodeados de diversas tentaciones” (Sant 1, 2). El beato Jordán mostró ser como el apóstol san Pablo, aquel gran predicador que dijo: “Sé pasar necesidad y vivir en la abundancia; a todo y por todo estoy bien enseñado: a la hartura y al hambre, a abundar y a carecer” (Flp 4, 12).

Desde el comienzo, Santo Domingo entendió que la pobreza era un gran testimonio del Evangelio: los hombres que viven la pobreza manifiestan en sus vidas la total dependencia que tenemos respecto de Dios.  Ahora, por la intercesión del beato Jordán, imploremos al Señor que haga surgir muchos frailes pobres que prediquen para salvación de las almas.

Oración:

Bienaventurado Jordán de Sajonia, digno sucesor de santo Domingo, en los primeros tiempos de la Orden, tu celo y tu ejemplo movieron a muchos hombres y mujeres a seguir a Cristo en el blanco hábito de nuestro santo padre. Como patrono de las vocaciones dominicas, continúa estimulando a hombres y mujeres de talento y devoción a consagrar sus vidas a Dios. Por tu intercesión, conduce a la Orden de Predicadores personas generosas y sacrificadas, dispuestas a entregarse fervorosamente al apostolado de la Verdad. Ayúdales a prepararse para ser dignos de la gracia de la vocación dominica. Inspira en sus corazones el deseo de conocer a Dios, para que con firme determinación aspiren a ser “campeones de las Fe y verdaderas lumbreras del mundo.” Amén.

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